miércoles, 10 de febrero de 2010

Pasos

—¿Qué es eso? Casi no se escucha… son pasos, pero cada vez van más rápido.
—Los escuchas perfectamente. ¿Sabes qué son esos pasos?
—¿Quién habla? ¿Quién hay ahí? ¡Déjate ver!
—Tranquilo, no te alteres. no hace falta que me veas. Tú sólo cierra los ojos y concéntrate en lo que escuchas. Yo te lo explicaré todo. ¿Lo sientes? Los pasos cada vez se oyen más y más cerca...
—¿Qué son esos pasos?
—Esos pasos son tus decisiones, tus actos. Lo que corre hacia ti es el resultado de tu vida.
—¿De qué hablas? ¿Qué está pasando aquí? No puedo moverme, no puedo abrir los ojos. ¡Socorro! ¡Qué me está pasando!
—Te repito que te calmes. No sirve de nada que grites, pues nadie te puede oír ahora. Mientras el tiempo pasa, seguiré contándote. ¿Has escuchado alguna vez “ten cuidado con tus decisiones porque luego estas serán quienes hablen por ti”?
—Sí, más de una vez pero, ¿qué tiene que ver eso con todo lo que está pasando ahora?
—Es muy sencillo. Tus decisiones y tus actos han venido a mí y me han hablado por ti... Esa es una forma de decirlo.
—Me estás diciendo que has estado espiando lo que hago.
—No exactamente. Simplemente he cumplido con mi trabajo.
—¿Pero tú quién demonios eres?
—Demonio... No. No soy un demonio, pero por lo que he visto en tu vida seguro que los vas a ver. Verás, yo tengo muchos nombres, pero supongo que tú me reconocerás con el nombre de...
—¿¡De que!? ¡Dímelo! ¡Dios, ayúdame!
—Creo que ya es tarde para eso... A mí me conocen como Parca, y lo que oyes correr hacia ti es simplemente la hora de tu muerte.
—¡No! ¡Quiero vivir!
—Antes de que llegue me gustaría decirte que esa creencia de que desde que nacemos tenemos una hora prevista es totalmente errónea, ya que son esas decisiones que tú tomas quienes van marcando poco a poco la llegada de tu hora y, amigo mío, en tus manos estuvo el tomar drogas o no. No has cuidado tu cuerpo y ahora te enfrentas con sus consecuencias. Pero eso no es todo... Violaste y mataste a esa chica en aquél descampado. Pudiste no hacerlo, podrías haber tomado la decisión de no hacerlo, pero sin embargo lo hiciste. Me dolió mucho tener que llevármela.
—No, eso fue un accidente...
—A mí no me puedes engañar.
—Cierto, fue un error mío, no debí hacerlo pero... ¡ella me provocaba! ¡Se llevó toda la noche provocándome! ¡Tienes que creerme!
—Sh... escucha...
—¡Ya no se oyen los pasos!
—Exacto, ya no se oyen. ¿Sabes por qué?
—No, no, ¡por favor piedad!
—No se escuchan porque la hora de tu muerte ha llegado, pero antes de llevarte conmigo te voy a hacer un último regalo. Para que te juzguen sufrirás durante tu último segundo de vida todo el dolor que le hiciste pasar a ella.
—¡¡¡No...!!!

Y Pablo murió en su cama de una parada al corazón por sobredosis de cocaína. Y los médicos forenses y los policías que acudieron al levantamiento del cadáver se quedaron horrorizados al ver una mueca espantosa de dolor en la cara del joven de veinticinco años.
¿Y tú? ¿Escuchas esos pasos...?

* * *

Texto original de Antonio Ramírez. Todos los derechos reservados.

2 comentarios:

Jorge Andreu dijo...

Muy buena reflexión dialogada.

gadi dijo...

Muchas gracias por tu comentario Jorge, me alegro de que te gustara :) Sepas que se lo he trasladado al autor y le ha hecho mucha ilusión.

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