lunes, 5 de diciembre de 2011

Pensamientos dispersos sobre educación

Cada día estoy más desencantado de la educación que he recibido y que se está impartiendo día a día en las aulas. Si me pongo a recordar mi secundaria y mi bachiller, encuentro pocas asignaturas que ahora puedo calificar como interesantes o útiles.

Es algo muy triste, porque llegar a la universidad es algo que cuesta mucho esfuerzo (sobre todo en ese infierno de nombre «segundo de bachillerato»), y lo que se encuentra es un nivel cada vez más bajo y un precio cada vez más alto.

No sé qué quieren conseguir. El planteamiento es que con la educación secundaria y el bachiller tengamos a jóvenes que sepan un poco de cada tema, o al menos que sepan leer y escribir bien. Y llegan a primero de filología hispánica sin saber construir una frase. ¿Qué se está haciendo?

Pero la verdad es que no sé para qué me pregunto nada. Estamos en un sistema basado en aprenderse datos y escupirlos en un examen: pocos son los profesores que inciten al alumno a interpretar y manejar esos datos. Pocos son los profesores que realmente sirven para algo.

Todos tenemos a un profesor especial, que nos ayudó en un momento determinado a amar lo que hacemos, que nos sacó de un aprieto en lo personal con sus palabras, que disfruta con lo que hace, que disfruta enseñando. Muy pocos profesores así nos cruzamos a lo largo de nuestra vida.

¿No debería ser al revés? ¿No deberíamos contar con los dedos de una mano a los profesores nefastos, que no saben enseñar, y que fueran mayoría los profesores especiales, que sirven de ayuda al alumno?

No pienso que todos los profesores deban tener una vocación educativa. Pero al menos que sean algo más que un monigote que se sienta en una mesa y que sólo sirve para rellenar horas en las mentes de unos jóvenes con ganas de aprender. Pienso que el alumno no tiene ganas de aprender precisamente por esta educación, y los pocos que hay con ganas hay que cuidarlos.

Por eso mi objetivo es intentar mejorar esta situación, aunque sea un 0,000∞1%. No sé si seré capaz, no sé si tendré esa vocación educativa, pero al menos procuraré hacer mi mejor esfuerzo y que alguno de mis futuros alumnos me recuerde como uno de eso escasos buenos profesores.

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