sábado, 20 de octubre de 2007

Las cuatro rosas, capítulo VI

LAS CUATRO ROSAS

VI




A solas con sus sueños en aquella casa, la número 1 de la Plaza de las Rosas estaba Jesús, acostado en su cama con una camiseta sin mangas roja que ya sólo usaba para dormir debido a la gran cantidad de manchas que albergaba, y unos pantalones cortos también rojos pertenecientes a una equitación de baloncesto cuya camiseta desapareció misteriosamente del armario.
El silencio hacía acto de presencia en aquella casa, sólo el respirar de Jesús se atrevía a levantar la voz al todopoderoso silencio. Una ventana abierta con una cortina que volaba a sus anchas movida por el viento desprendía un sonido de grillos cantores que amenizaban con su eterno recital a todos los rincones de la plaza. Pero el recital se silenció con la llegada de un coche que llegó despacio a la plaza, aparcó en doble fila, detrás de unos coches que había ya aparcados. De él salieron dos hombres enchaquetados, el comisario Javier García y el agente Jorge Muñoz. Salieron del automóvil rápidamente y se dirigieron al número 1 de la plaza. Llamaron a la puerta con los nudillos, pero nadie ni nada contestaba, volvieron a insistir esta vez más fuertemente y se oyó de fondo: “Ya voy”. Era Jesús que bajaba las escaleras para abrir la puerta. Abrió la puerta y Jorge le colocó las esposas mientras Javier le decía: “Queda usted detenido por el asesinato de Manuel García”. Jesús bajó la cabeza sorprendido y dijo: “No puede ser, tiene que haber un error, no puede ser”. “Sí, sí, eso tendrás que demostrarlo, por el momento vente con nosotros anda” Dijo Javier cerrando la puerta de la casa y dirigiéndose al coche teniendo a Jesús agarrado por un brazo. Lo metieron en el coche y se marcharon de allí camino a la comisaría.

Llegaron a la comisaría y se dirigieron los tres al despacho de Javier. Javier se sentó en su silla, Jorge cerró la puerta con el seguro y le quitó las esposas a Jesús, éste se sentó en la silla de enfrente de Javier y Jorge al lado suya. Javier miró a los ojos a Jesús y le dijo: “Tenemos pruebas que te acusan del asesinato de tu hermano”. Jesús miró con aires de superioridad a Javier: “¿Ah sí?... vaya, vaya, la policía ha hecho su trabajo, ha investigado y ha dado conmigo. No me lo creo, quizás no hayáis investigado sino que os han dado el soplo”. Javier se mostraba confundido ante la actitud de aquel hombre que se mostraba desafiante y chulo cuando lo normal sería sentirse aterrado. Javier dijo: “De tu actitud deduzco que eres el culpable, un inocente nunca desafiaría así a la policía si supiera que está acusado de algo tan grave”. Jesús miró a los policías y se echó a reír diciendo: “Puede ser, sí, o puede ser que esté tan seguro de que estáis equivocados que no tengo ni porqué estar nervioso”. Javier dijo dando un golpe en la mesa y levantándose de la silla apoyándose en la mesa con las manos : “Me importa un carajo lo que hagas o dejes de hacer y si estoy equivocado o no, pero ahora estás en mi despacho y responderás a lo que yo diga, y según lo que yo diga estarás en la cárcel o en tu casa”. Javier se sentó y seriamente le dijo a Jesús: “Escúchame, Ana, tu novia ha encontrado ropa con sangre de tu hermano en tu casa, la ropa es la que identificó el testigo, Don Juan, abrigo negro largo y gorro. Sólo falta someterte a unas pruebas para determinar si el sudor del gorro te pertenece, claro que si confiesas no hace falta hacerlas”. Jesús levantó la vista, miró a Javier a los ojos y a Jorge y mirando para arriba dijo: “No hace falta que haga las pruebas, fui yo quien lo hice. ¿Para qué mentir? me han descubierto, debí limpiar la ropa antes, es cierto, es un error, aunque el mayor error fue el de hacerme novio de una chivata a la que me voy a cargar en cuanto salga de aquí, porque ¿Qué tiempo estaré en la cárcel? ¿Años, meses, días, horas? Cuando salga la mataré, igual que maté a mi hermano”. Javier miró a los ojos de Jesús y le preguntó: “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué mató a su hermano?”. Jesús miró hacia abajo y respondió en voz baja mientras se miraba los nudillos: “La verdad es que fue por amor”.

por: el Pater

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