Aquí va el tercer capítulo de Las cuatro rosas.
LAS CUATRO ROSAS
III
III
“Buenas tardes, le acompaño en el sentimiento” dijo David a María al entrar en la sala del tanatorio donde estaba siendo velado el cuerpo sin vida de Manuel. Sara estaba allí sentada, al lado del ataúd, estaba vestida negro impoluto y llevaba unas gafas de sol para ocultar los ojos, hinchados de tanto llorar. Estaba con los hombros encogidos y la cabeza baja, inmóvil, sin hacer ni el más mínimo gesto. David se le acercó y le dijo: “Sara, estoy contigo, siento mucho lo que ha pasado, pero no te apures, la policía ya está investigando el crimen”. Sara levantó la cabeza y le dijo a David: “Y ¿De qué me sirve a mí que la policía investigue? nadie me devolverá a Manuel, nadie, porque el asesino está vivo, pero Manuel no, Manuel no.”. “Sara, para todo lo que necesites estoy aquí, somos amigos” dijo David intentando contener las lágrimas. “Gracias David, de corazón gracias y perdóname si no te contesto como debiera, es sólo que ni yo misma sé qué va a ser de mi vida”, dos lágrimas le asomaron por debajo de las gafas. David abrazó y dio un beso en la frente a Sara. Se sentó en una silla que estaba delante justamente del ataúd. Al poco tiempo salió de la sala camino de los servicios. Al entrar David en los servicios entró en la sala Don Juan, que había salido de su encierro voluntario para ir al velatorio de la persona cuyo asesinato había presenciado. Se acercó con su silla de ruedas hasta María, José y Sara y les dio el pésame. Acomodó su silla en un rincón y se quedó allí, mirando el féretro con la mirada fija, recordando lo desgraciadamente visto mientras un suspiro se le escapó.
David salió del servicio y fue al bar a tomar algo. Don Juan intentaba recordar quien era el asesino, le había visto perfectamente la cara, le era familiar pero su mente aún no sabía con claridad quien era, no sabía ponerle aún nombre y apellido al asesino.
La puerta se abrió y entró un hombre vestido con un traje de chaqueta negro, una camisa negra y una corbata negra, era el llamado “hombre negro”, era el policía encargado de llevar la investigación adelante. Se dirigió en primer lugar a los familiares y amigos de Manuel y les dio el pésame. Una vez cumplido el protocolo, se dirigió a Don Juan y le dijo en tono serio: “Me han informado de que es usted quien avisó a la policía y quien presenció el asesinato”. “Sí soy yo” - respondió Don Juan - “Estaba como cada noche mirando por la ventana, vi que Manuel fue a llevar a su novia a casa y que llegó, de pronto un hombre salió de las sombras del número tres y le dio varias puñaladas, aunque sólo vi la primera porque inmediatamente llame a la policía”. “Ajá” - el policía asintió con la cabeza y apuntó en una pequeña libreta con un bolígrafo – “¿Puede usted identificar al asesino?”. “No, no puedo, su cara me es familiar pero no consigo caer en quien es, y créame, llevo toda la noche intentando averiguarlo”
Ana entró en la sala y se fue directa a hablar con Sara: “Hola Sara, te acompaño en el sentimiento, ¿Cómo estás?”. Sara le respondió levantando la cabeza “Dentro de lo que cabe, yo estoy bien, pero Manuel está muerto”. “Tranquila Sara, ya verás como encuentran al asesino”.
“¿Seguro que no recuerda quien es?” insistía el policía a Don Juan. “Pues claro que estoy seguro, quiero que ese hijo de puta esté en la cárcel por lo que ha hecho, si supiera quien es se lo habría dicho ¿No cree?” respondió Don Juan.
David salió del bar, Ana lo vio y se fue en busca suya. “Hola David, ¿Qué haces aquí?” preguntó Ana. “Pues ya ves, en el velatorio de mi vecino, aunque más bien estoy para acompañar a Sara, ya sabes, ¿y tú?” dijo David. “David, soy la novia de Jesús, el hermano de Manuel, que menos que acompañarlo en estos duros momentos” dijo Ana, a lo que David respondió: “Ah. si, si, disculpa, a veces olvido que eres su novia, como se os ve poco juntos”.
“Haga un esfuerzo por recordar señor, usted tiene en su mano la llave del caso” volvía a insistir el policía.
“Bueno, parece que llega Jesús, voy con él, que tiene que estar pasándolo fatal” dijo Ana. “Sí, es lo que tienes que hacer, ya hablaremos en otro momento” le dijo David. Ana se fue hacia Jesús que acababa de llegar vestido con una chupa de cuero negro y unos pantalones vaqueros rotos.
Don Juan miró al fondo de la habitación con los ojos desorbitados y la boca abierta como si hubiera visto un fantasma, estaba tan asustado que no podía casi ni articular palabra. El policía al verlo así le preguntó: “¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?”. “Sí, sí, estoy bien” respondió en voz baja Don Juan “¿Usted quería saber quien es el asesino? Ahí lo tiene” Señaló a David entre los presentes. “¿Está usted seguro?” le preguntó el policía. Don Juan respondió: “Por supuesto que lo estoy, venga, corra a arrestarlo, ese es el asesino, aún recuerdo su cara perfectamente como miraba a los lados”. El policía se levantó, se acercó a David, le puso las esposas y le dijo: “Queda usted arrestado por el asesinato de Manuel García”. “¿Qué, qué? debe haber un error, yo soy inocente” gritó David. “El único testigo del crimen lo ha delatado, no hay duda”. “Pero no puede ser, yo estaba viendo un videoclip, no soy yo quien lo maté, no soy yo, soy inocente” seguía gritando. El policía se llevó a David mientras éste gritaba que era inocente.
Mientras era llevado fuera de la sala, David vio como Sara se levantaba, se quitaba las gafas y lo miraba, con una mirada tan penetrante como hiriente. Entonces supo que él era el culpable.
David salió del servicio y fue al bar a tomar algo. Don Juan intentaba recordar quien era el asesino, le había visto perfectamente la cara, le era familiar pero su mente aún no sabía con claridad quien era, no sabía ponerle aún nombre y apellido al asesino.
La puerta se abrió y entró un hombre vestido con un traje de chaqueta negro, una camisa negra y una corbata negra, era el llamado “hombre negro”, era el policía encargado de llevar la investigación adelante. Se dirigió en primer lugar a los familiares y amigos de Manuel y les dio el pésame. Una vez cumplido el protocolo, se dirigió a Don Juan y le dijo en tono serio: “Me han informado de que es usted quien avisó a la policía y quien presenció el asesinato”. “Sí soy yo” - respondió Don Juan - “Estaba como cada noche mirando por la ventana, vi que Manuel fue a llevar a su novia a casa y que llegó, de pronto un hombre salió de las sombras del número tres y le dio varias puñaladas, aunque sólo vi la primera porque inmediatamente llame a la policía”. “Ajá” - el policía asintió con la cabeza y apuntó en una pequeña libreta con un bolígrafo – “¿Puede usted identificar al asesino?”. “No, no puedo, su cara me es familiar pero no consigo caer en quien es, y créame, llevo toda la noche intentando averiguarlo”
Ana entró en la sala y se fue directa a hablar con Sara: “Hola Sara, te acompaño en el sentimiento, ¿Cómo estás?”. Sara le respondió levantando la cabeza “Dentro de lo que cabe, yo estoy bien, pero Manuel está muerto”. “Tranquila Sara, ya verás como encuentran al asesino”.
“¿Seguro que no recuerda quien es?” insistía el policía a Don Juan. “Pues claro que estoy seguro, quiero que ese hijo de puta esté en la cárcel por lo que ha hecho, si supiera quien es se lo habría dicho ¿No cree?” respondió Don Juan.
David salió del bar, Ana lo vio y se fue en busca suya. “Hola David, ¿Qué haces aquí?” preguntó Ana. “Pues ya ves, en el velatorio de mi vecino, aunque más bien estoy para acompañar a Sara, ya sabes, ¿y tú?” dijo David. “David, soy la novia de Jesús, el hermano de Manuel, que menos que acompañarlo en estos duros momentos” dijo Ana, a lo que David respondió: “Ah. si, si, disculpa, a veces olvido que eres su novia, como se os ve poco juntos”.
“Haga un esfuerzo por recordar señor, usted tiene en su mano la llave del caso” volvía a insistir el policía.
“Bueno, parece que llega Jesús, voy con él, que tiene que estar pasándolo fatal” dijo Ana. “Sí, es lo que tienes que hacer, ya hablaremos en otro momento” le dijo David. Ana se fue hacia Jesús que acababa de llegar vestido con una chupa de cuero negro y unos pantalones vaqueros rotos.
Don Juan miró al fondo de la habitación con los ojos desorbitados y la boca abierta como si hubiera visto un fantasma, estaba tan asustado que no podía casi ni articular palabra. El policía al verlo así le preguntó: “¿Qué le pasa? ¿Se encuentra bien?”. “Sí, sí, estoy bien” respondió en voz baja Don Juan “¿Usted quería saber quien es el asesino? Ahí lo tiene” Señaló a David entre los presentes. “¿Está usted seguro?” le preguntó el policía. Don Juan respondió: “Por supuesto que lo estoy, venga, corra a arrestarlo, ese es el asesino, aún recuerdo su cara perfectamente como miraba a los lados”. El policía se levantó, se acercó a David, le puso las esposas y le dijo: “Queda usted arrestado por el asesinato de Manuel García”. “¿Qué, qué? debe haber un error, yo soy inocente” gritó David. “El único testigo del crimen lo ha delatado, no hay duda”. “Pero no puede ser, yo estaba viendo un videoclip, no soy yo quien lo maté, no soy yo, soy inocente” seguía gritando. El policía se llevó a David mientras éste gritaba que era inocente.
Mientras era llevado fuera de la sala, David vio como Sara se levantaba, se quitaba las gafas y lo miraba, con una mirada tan penetrante como hiriente. Entonces supo que él era el culpable.
por: el Pater
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