viernes, 10 de febrero de 2012

María, el teatro no es tuyo

María la de la yerbabuena es una figura clásica en el Carnaval de Cádiz, historia viva lo llaman algunos. Se hizo conocida por su grito típico «¡Ole, ole y ole, y el que no diga ole que se le seque la yerbabuena!», a lo que todo el teatro respondía y responde con tres ole. Da ánimo a las agrupaciones y ambienta el teatro, pero en los últimos años, especialmente este (o al menos es cuando yo más lo estoy notando) está insoportable.

Ella tiene que gritar a las agrupaciones y no le importa cuándo. Se puede escuchar un «¡Qué bonito chiquillo!» en mitad de cualquier pasodoble, su grito en mitad de dos cuplés y, en definitiva, después de cada una de las coplas de cualquier agrupación (sobre todo si le gusta o conoce a quien está cantando) puede escucharse la voz de María, que tiene una voz que más de uno de los que cantan quisieran para ellos.

Esto tiene muchísimas implicaciones hoy en día, donde cada segundo cuenta para una agrupación, que tiene el tiempo muy limitado. Ya no es como antiguamente, que una agrupación se subía al escenario y hasta cuando durase: puede penalizarse a un grupo por pasarse de tiempo (el asunto de cómo el jurado mide el tiempo es otro). A los cuartetos, que ya tienen una parodia larga, tienen que cantar unos cuplés y un tema libre, los interrumpe, como si estuviéramos diez años atrás y los cuartetos se podían permitir interactuar con ella, improvisando. Esos tiempos, por suerte o por desgracia, pasaron.

Esta mujer es el claro ejemplo de uno de los grandes problemas del Concurso: «los colaos». Supongo que no saldrá de ella, no sé quién es el responsable, pero esta señora tiene para ella y para su familia un palco entero, palco con unas localidades que no pueden aprovechar otros aficionados que se han puesto en cola para comprar una entrada o que se han levantado para conseguirla por internet. Si quiere entrar en el teatro que se ponga en cola como todo el mundo, si no ella uno de los miembros de su familia, que nos consta que los tiene.

Si se limitara a dar su grito o a animar al final de la actuación o al final de una de las coplas (no de todas) me parecería perfecto. Pero que tenga que escuchar su voz en cualquier momento, a mitad de una copla, al final, donde sea, se me hace terriblemente cansino. Esto sin contar que es la primera que, si una agrupación no le gusta y hay que montar un numerito, lo monta.

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